martes, 17 de noviembre de 2009

LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN (Economía)

La etapa expansiva de la economía española se frenó a finales del siglo XVI y comenzó un período de estancamiento que se prolongó hasta finales del siglo XVII, momento en el que aparecieron los primeros signos del cambio de tendencia.
La crisis económica, general en toda Europa, no afectó e la misma medida a todos los reinos de la monarquía. Castilla fue el territorio que más la acusó, pues fue la que casi en exclusiva mantuvo la política imperialista de los Austrias. Los territorios de la periferia peninsular, menos implicados en los proyectos de la Corona, sufrieron con menos intensidad los efectos del estancamiento económico.

SIGLO XVII

- Una economía agraria.
- Poco desarrollo de la industria.
- Lento desarrollo del comercio.
- Escaso desarrollo urbano.

La agricultura tradicional, a la que se dedicaba en torno al 80% de la población, era la principal fuente de riqueza y el trabajo en la España del siglo XVIII, a pesar de su atraso y bajo rendimiento. Estaba condicionada por el régimen de propiedad y explotación de la tierra, cuyo marco jurídico era de origen feudal.
Gran parte de las tierras cultivables eran por lo general grandes latifundios mal aprovechados o sin cultivar, tierras amortizadas propiedad de la nobleza y la Iglesia, que la arrendaba para su cultivo. Además, nobleza y clero, recibían sustanciosos ingresos que no utilizaban para renovar las técnicas y aumentar la productividad de la agricultura.

Salvo pequeños avances, como la introducción del maíz en Galicia, la agricultura no experimentó progresos importantes, como tampoco lo hizo en el Occidente europeo. El estancamiento técnico provocó el descenso de los rendimientos y la producción tendió a disminuir. Esta situación se vio agravada por las malas cosechas (climatología adversa, plagas), la presión fiscal y la dureza del régimen señorial.

Los agricultores no podían disponer del excedente productivo que iba a parar, en su mayor parte, a las arcas del Estado (impuestos) o a manos de los señores (diezmos y rentas señoriales). Esta situación dificultó cualquier instinto del campesinado por mejorar las explotaciones agrícolas, que quedaron reducidas, en muchos casos, a una agricultura de autoconsumo.

Los cereales eran el cultivo mayoritario, pues constituían la base de la alimentación de la mayoría de la población. Otros cultivos importantes en el siglo XVII fueron el viñedo y el olivar, cuya demanda no sólo provenía del mercado interior sino también del americano y del europeo.

Durante el siglo XVII se produjo también el retroceso de la ganadería trashumante, controlada por la Mesta, a la vez que aumentó el ganado estabulado debido a la pérdida de ciertos privilegios en beneficio de la agricultura.

La Mesta era una asociación que reunía a los propietarios de rebaños de ovejas. Institución creada en 1273, gozó de grandes privilegios que protegían la materia prima de una de las industrias más importantes de Castilla: la lana. La Mesta podía mantener esta situación de privilegio gracias a los importantes impuestos que pagaba a la Corona castellana. El siglo XVI marcó la época de máximo esplendor de esta institución que sufrió la crisis del XVII a causa de la decadencia de la industria y el comercio castellano. Fue abolida en 1836.

La industria era de tipo artesanal y conservaba rasgos gremiales. Los talleres artesanos empleaban un reducido número de trabajadores, siendo la maquinaria escasa y las fuentes de energía la humana, animal, o la proporcionada por el agua o el viento. La especialización era limitada, lo que significaba que el proceso de trabajo invertido en la creación de mercancías era controlado de principio a fin por una misma persona o un escaso número de operarios.


Los gremios surgieron en Europa durante la Baja Edad Media amparados en la pujanza económica de las ciudades. Sus fines tuvieron esencialmente un carácter económico y social, consistiendo en controlar la oferta y los precios de los productos que manufacturaban, pero también velando por la prosperidad y seguridad de los miembros que los integraban. Regulaban la actividad laboral, la formación y aprendizaje de sus asociados, estableciendo una estricta jerarquía entre ellos (aprendices, oficiales, maestros). También los amparaba en caso de desgracias como la viudez, orfandad o enfermedad, a través de pensiones, asignaciones o el mantenimiento de hospitales. Desarrollaron igualmente labores de carácter religioso expresadas en la veneración de sus santos particulares y la creación de cofradías.
En cierto modo, los gremios constituyeron el antecedente de los
sindicatos, más concretamente, en las etapas iniciales de su creación, ejemplo de los cuales fueron las Trade Unions (Sindicatos de Oficio) en los albores del siglo XIX.


Todas las actividades productivas sufrieron las consecuencias de la crisis pero fueron la artesanía y la industria las que más padecieron sus efectos. Las causas que provocaron el colapso de la producción manufacturera son varias: los efectos del elevado nivel de precios y costes, las deficiencias en la articulación de un mercado nacional, la rigidez de los gremios y el retraso científico y técnico.

En cuanto al comercio, predominaba el comercio a larga distancia, los intercambios internos eran escasos y complicados debido a las deficientes comunicaciones (mala red viaria y fluvial) y a la inexistencia de un mercado unificado.

Los factores que más influyeron en la decadencia de los intercambios comerciales son la inflación por las alteraciones de la moneda y la competencia de comerciantes extranjeros. Para hacer frente a la disminución de las remesas de plata, la Corona empezó a emitir moneda de bajo valor, el vellón. Con una valor de cambio superior al del metal que contenía, la moneda castellana perdió valor y se disparó la inflación de precios, con lo que disminuyó la competitividad de los productos españoles. Al mismo tiempo, los comerciantes castellanos se vieron sustituidos por ingleses y holandeses en el comercio colonial.

A la lentitud en las relaciones y contactos comerciales, la deficiencia en el transporte terrestre y naval y a las malas condiciones de la red viaria, hay que sumar otro fenómeno de orden social que surgió ya en el siglo XVI: el bandolerismo. Los bandoleros eran el resultado de la dificultades económicas que padecían las clases populares, tanto rurales como urbanas, y que se fueron agravando desde finales del XVI con las crisis agrarias y el endurecimiento del régimen señorial.

Una de las respuestas clásicas a la crisis agraria fue el bandolerismo, que floreció en Castilla, Andalucía o Murcia, pero especialmente en Valencia (...) y en Cataluña, donde el fenómeno, que arranca de tiempos de Felipe II, se prolonga a lo largo del siglo XVII. El bandolerismo catalán del barroco es, como en otros lugares, consecuenca de la pobreza y la desarticulación de la sociedad agraria en lugares alejados de la influencia del Estado. Si ya en el siglo anterior las expediciones de plata con destino a Génova habían incrementado el número de salteadores, el punto culminante de su acción se sitúa en la primera mitad del XVII, cuando aumenta la acción represiva de los virreyes (...) y cuando aparecen las figuras románticas de Perot Rocaguinarda (que abandonará a tiempo su vida al margen de la ley para convertirse en capitán de los tercios españoles en Nápoles), y de Joan Sala, conocido como Serrallonga, que será finalmente capturado y ejecutado en Barcelona (enero de 1634).

Martínez Shaw, C., La Edad Moderna, en Historia de España, dirigida por Tusell J., Ed. Taurus.
Madrid, 1998.


SIGLO XVIII

Para abordar el problema agrario, la Administración impulsó varios proyectos de reforma agraria que originaron un sinfín de informes y estudios teóricos con escasos resultados prácticos.

Que las tierras han llegado en España a un precio escandaloso, que este precio sea un efecto natural de su escasez en el comercio, y que esta escasea se derive principalmente de la enorme cantidad de ellas que está amortizada, son verdades que de hecho no necesitan demostración (...) Compárese la agricultura de los Estados en que el precio de las tierras es ínfimo, medio y sumo, y la demostración estará hecha. Pero sin tan extraordinaria baratura, debida a circunstancias accidentales y pasajeras, puede prosperar el cultivo, siempre que la libre circulación de las tierras ponga un justo límite a la carestía de su precio (...).
La primera providencia que la nación reclama de estos principios es la derogación de todas las leyes que permiten vincular la propiedad territorial (...).
Dígnese, pues, Vuestra Alteza, derogar de un golpe las bárbaras leyes que condenan a perpetua esterilidad tantas tierras comunes; las que exponen la propiedad particular al cebo de la codicia y de la ociosidad, las que prefiriendo las ovejas a los hombres, han cuidado más de las lanas que los cubren que de los granos que los alimentan (...).

G. M. De Jovellanos, Informe sobre la Ley Agraria (1795).

En la mayor parte de la Península apenas hubo modernización en la agricultura y siguieron predominando el secano y el monocultivo de cereales en régimen de barbecho. No obstante, en las regiones periféricas se introdujeron nuevos cultivos, como el maíz, la patata y el forraje en la zona atlántica, y cultivos intensivos de regadío, arroz, frutales y viñedos en la zona mediterránea (Valencia, Murcia, Cataluña).

En cuanto a la producción industrial y el comercio, aunque pervivían los talleres artesanales, las medidas que limitaron los privilegios gremiales facilitaron la expansión de nuevas formas productivas y algunas manufacturas tuvieron un cierto desarrollo. Los reyes habían introducido las manufacturas reales que fabricaban productos para la Corte (porcelanas, cristales, tapices, seda, armas...) con el fin de evitar la importación de artículos de lujo, si bien su beneficio económico era insignificante.

En Cataluña donde ya existía una industria textil al margen del control gremial, se dieron las manufacturas de algodón estampado, las indianas, que sirvieron de pase para las primeras fábricas de tejidos. Con la introducción de los primeros telares mecánicos en 1780, además de una gran crecimiento económico, se inició el proceso de industrialización.

El comercio exterior con Europa se limitó a la exportación de lana castellana, a la que se sumaron productos mediterráneos como el vino, el aguardiente y los frutos secos, mientras que el comercio interior en España se limitaba a los tradicionales intercambios locales o comarcales de los excedentes agrarios por productos artesanales.


Tanto esta entrada como la anterior están publicadas separadamente (debido a la larga extensión) aunque pertenecen a la misma sesión de clase del día 10/11/2009.

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